En los países de industrialización reciente, todavía en el año 2000 la industria de alta tecnología apuntaba a fabricar productos maduros. Así, por ejemplo, en la República de Corea y en la provincia china de Taiwán la producción de computadoras portátiles y teléfonos celulares comenzó cuando los países de salarios altos llevaban varios años produciéndolos a gran escala. Los productos maduros suponen un margen de utilidad bruta que disminuye rápidamente conforme pasa el tiempo. Este salto, junto con la adaptación de los productos para llegar lo antes posible al mercado, conlleva riesgos y exige iniciativa empresarial, puesto que obliga a invertir en una nueva serie de capacidades laborales, coordinar su formación, conseguir los fondos para su financiamiento, ponerlas en práctica y vigilar su evolución.
Para poder conseguir una alternativa a la empresa transnacional y generar los medios para ascender por la vía de la ventaja comparativa, ante todo, había que establecer laboratorios de investigación y desarrollo de propiedad gubernamental, se necesitaban inversiones en la educación superior, que eran más bien elevadas en Asia y por último, un espíritu de igualdad.
El papel del gobierno taiwanés en la evolución de estas industrias, fue de suma importancia, ya que tenía por objeto crear nuevos segmentos de mercado en que pudieran competir las empresas nacionales. Su estrategia contemplaba la sustitución de importaciones y la generación de proveedores de componentes en torno a una empresa guía (es decir, la primera empresa, entre las recién llegadas, en ingresar a una industria madura de alta tecnología). Estimulaba la industria de alta tecnología en varios frentes: por medio de la política fiscal, la creación de parques científicos y las inversiones dinámicas de las instituciones gubernamentales de investigación y desarrollo.
Las industrias de alta tecnología son convenientes para los países porque requieren trabajadores calificados bien pagados, y ofrecen a los empresarios la posibilidad de obtener utilidades tecnológicas. Por definición, la rentabilidad de un producto de alta tecnología sigue siendo superior a la normal para una economía de industrialización reciente.
Las diferencias de las industrias de alta tecnología asiáticas y latinoamericanas, pueden atribuirse al origen del capital de las empresas y a las iniciativas gubernamentales. Por otra parte, la proporción de empresas con capital nacional o extranjero y el grado de intervención del Estado tienen profundas raíces históricas relacionadas con la naturaleza de la experiencia manufacturera y la transferencia de tecnología en la preguerra (Amsden, 2001)
América Latina tiene dos opciones para crear un sector de alta tecnología.
En primer lugar, puede alentar a las empresas de propiedad extranjera que dominan algunos sectores, como el automovilístico, a que incrementen sus actividades locales de investigación y desarrollo.
En segundo lugar, América Latina se ha distinguido por la producción de bienes petroquímicos. Algunos países, sobre todo Brasil y en cierta época Argentina, también descollaban en la producción farmacéutica.
Estas dos industrias, combinadas con la biotecnología, abarcan un amplio sector con diversas oportunidades para fabricar nuevos productos de alta tecnología.
Alice H. Amsden; R E V I S TA D E L A C E PA L 8 2 • A B R I L 2 0 0 4